{ Dicen que cada molécula de nuestro cuerpo perteneció alguna vez a una estrella. Quizá no me esté yendo. Quizá este volviendo a casa. }

Gattaca.

Aunque esta vez si no respiro es por no ahogarme



14.11.12

La reina de la Quinta Avenida


[...]


Solo había una persona en todo Manhattan, en toda Nueva York, con un poco menos de humildad diría que en toda Norte América, que pudiese despejar la Quinta Avenida de un plumazo y mantenerla así para el gusto de sus pequeñas criaturas. Pero, como leyó él mismo en algún libro, poder no es querer, o querer no es poder o alguna chorrada de esas. Era la forma bonita de decir que Noah no se preocuparía por ofrecer ese favor ni a cualquier persona ni en cualquier momento. Podría ser el capricho, podría ser la indiferencia, qué más daba, si nada de eso importaba en aquel momento.

Pero aquel instante entre tarde y mediodía, sin querer aclararse por pura cobardía, las aceras estaban llenas. El asfalto, abarrotado. Cuerpos colisionando contra cuerpos, robos y trapicheo ilegal de oxígeno, mareas de suelas de goma y, como invitado especial, un frío cortante que agrietaba hasta los huesos y quebraba las sonrisas. Y, entonces, Cayenne corría. Nadie sabía exactamente cómo lo hacía, pero Cayenne corría como una centella, sin aliento, casi sin razón, pero seguía corriendo. De lo que pocos se habían percatado es de que también lloraba, de su pelo recién cortado con unas tijeras de cocina, de sus ojeras hasta los tobillos que la hacían parecer un panda. Le faltaba el vestido rasgado de princesa, pero en su armario de heroína en paro no le quedaba ninguno para aderezar el momento, así que se limitaba a correr pero, llegado a un punto, solo podía intentarlo. Intentar llegar al otro lado, quizá. O intentando llegar hasta Richard. Sí, debía ser eso, se decían los transeuntes histéricos, a juzgar por el nombre que la pelirroja no paraba de farfullar. Corre, Cayenne, corre a por Richard. Pero había demasiada gente y Cayenne no llegaba. Por mucho que luchase, por muchas guerras que hubiese librado, se estaba derrumbando ante un muro que no pensaba hacer lo mismo. Pero no os fiéis de Cayenne, pues ella también libró otras guerras indignas de héroes y batalló con la insolencia por bandera, así que quizá se merecía aquello. Aunque fuese solo un poquito. Aunque quizá fuese cierto que tampoco nada de eso importaba en aquel momento. Porque Cayenne lloraba, gritaba, Cayenne corría.

 Aunque quizá también fuese cierto que Noah tenía debilidad por las cosas que no importaban.

[...]

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Te dejas caer?
(Has de saber que tus comentarios no serán censurados, lo que pasa es que de esa forma me entero de que tengo comentarios. Nunca ha sido eliminado ninguno, así que no te preocupes, la moderación solo sirve para que mi cabeza despistada no se pierda nada.)