Los charcos eran insalvables en aquella época del año. El llanto del cielo no era bien recibido salvo por los humildes campesinos que esperaban con ansia algo de lluvia que salvase sus cosechas. Los pocos transeúntes que se atrevían a caminar por las grises y muertas calles de la ciudad, lo hacían con rapidez, intentando inútilmente llegar secos a donde quisiese que fuesen. Nadie se fijaba especialmente en los demás, pues solo tenían ojos para las lágrimas que caían desde las alturas.
Aquella era una tarde sin suerte, desdichada, malherida. Solo por el hecho de ser normal.
Yo soy de esas personas que no se paran a pensar por qué evito el charco pudiendo esperar para ver cómo se forma.
ResponderEliminar=) Me gusta tu blog. Un saludo!