{ Dicen que cada molécula de nuestro cuerpo perteneció alguna vez a una estrella. Quizá no me esté yendo. Quizá este volviendo a casa. }

Gattaca.

Aunque esta vez si no respiro es por no ahogarme



6.8.11

Buenas noches

I've got your knife inside my back
I've got your rope around my neck
I feel the poison in my veins
corrode and eat away my brains



Las uñas azules de esmalte descarcarillado que tanto podían con la paciencia de Ethan volvieron a repiquetear sobre el tablero de pino gastado. El joven estuvo a punto de golpearlo de nuevo y llevarse por delante las botellas vacías que había sobre él. En cambio se frotó los ojos y se dejó caer de malas maneras sobre la silla que quedaba vacía.
-No piensas dejar de hacer eso, ¿verdad? -preguntó, a pesar de saber la respuesta, para romper el silencio. Pero éste era una masa gomosa que se negaba a dejar la habitación llena de humo y olor a licor.
La chica rubia que estaba sentada delante de él no paró de intentar marcar el compás sobre la mesa, con la mirada oscura suspensa en el vacío y una sonrisa algo demente pintada en el rostro. Incluso todavía tenía la frente empapada en sudor.
-Cierra el pico, Ethan -le espetó Sean. -No te cargas a alguien todos los días.
Ethan se giró hacia el hombre, que estaba apoyado en la pared, fundiéndose con las sombras. Pero  Sean no había abierto la boca. En cambio Dakota le miraba con una mezcla de burla e ira en la mirada. 
No podía creerse que estuviese viendo la verdadera cara de su hermana. Ahí sentada, con el sabor de la muerte en los labios, el cabello suelto y enmarañado y la adrenalina en el cuerpo. Sabía que había sido una mentirosa, pero no se esperaba que fuese por aquello. La había subestimado, sí, pero eso era lo de menos. Pensaba que todo lo que decía eran cosas de críos, mentiras para salirse con la suya, pero lo cierto era que estaba metida en lo mismo que él y era todo lo que Ethan no sabía.
Después de todo, se había pasado toda la noche echando de menos a la colegiala atontada que había sido -o parecido ser- Dakota hasta hacía escasas horas.
Ésta se levantó, apartando la mirada de su hermano con comprensión. Los dos habían descubierto mucho del otro aquella noche, ya habría otro amanecer para las ironías, los gritos y las conversaciones sarcásticas típicas de familia que tanto echarían en falta.


***


La calle desierta dejaba ver la sombra fría de dos personas que no se atrevían a conversar por miedo a que el viento se llevase sus voces. Aquel tampoco era día de ironías, gritos y sarcasmos. 
El humo del cigarrillo pasó por el sistema respiratorio de la rubia cual ritual. El hombre que había a su lado se limitó a esperar con la cabeza gacha. Sus ojos describían la palabra otoño. En los de ella, sin embargo, estaba escrita muerte. Si estuviese alguien más por ahí seguro que afirmaría que son Cosas Que Pasan. Pero para ellos dos era mucho más que eso. 

Dakota se frotó los ojos y se abrazó a sí misma sobre su abrigo azul, dedicándole una última mirada su compañero. Así que de esa forma era la forma en la que separarían. Ya les habían advertido, pero nunca esperaron que sería así. Y dolía, mucho más de lo que hubiesen imaginado.
En un último intento de arreglar las cosas, Sean le frotó el brazo a Dakota con ademán protector, y susurró las típicas palabras que se suelen decir en esas ocasiones: No fe culpa tuya.
Ella ni se dignó a contestarle con un insulto, ni siquiera con una palabra malsonante. Se limitó a decir lo que está escrito para contestar a esas frases: Claro que sí. Continuado de un seco Yo le maté.
-Por favor, ¿por qué todos intentáis haceros los héroes diciendo que sí matasteis a tal persona? Eso ya está muy visto, guapa, y además pude ver perfectamente que tú no fuiste la que apretó el estúpido gatillo ni la que empuñó la navaja, ¿me equivoco? Y ahora no me vengas con réplicas, que sé que eres dura, pero estoy cansado y debería irme a dormir. Además, Ethan no se merece que peleemos por él, así que lo mejor que podemos hacer es callarnos la boca y dejar que se vaya.
Como respuesta Dakota soltó un suspiro entristecido. 
Por último, ambos se abrazaron antes de seguir su camino. Ella recordó haber leído en un libro que diciembre era época de despedidas, él en cambio se fue con los versos de una canción desconocida repiqueteando en su cabeza.
Y ambos tenían razón, ese diciembre era época de despedidas, principios y muerte.




(Vuelvo con nuevas ideas. El trozo no revela mucho, y no veo yo que enganche ni nada, pero lo escribo más para mí, ya que me apetecía ir escribiendo por la mitad y dejar los principios invernales para otro momento. Ah, y lo que más me apetecía era llamar a un personaje Dakota)

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