{ Dicen que cada molécula de nuestro cuerpo perteneció alguna vez a una estrella. Quizá no me esté yendo. Quizá este volviendo a casa. }

Gattaca.

Aunque esta vez si no respiro es por no ahogarme



24.4.11

Todos tenemos fantasmas

        "Todos estos hombres de aquí saben van a morir.
        Por eso, cada noche cuando ellos vuelven, esto es un premio.
        Cada taza de té, cada cigarrillo se parece un poco a una pequeña celebración.
Tu solamente acéptalo."
 Enemigo a las puertas



Apostillados contra los escombros de un edificio derruido, no tuvieron más opción que la de esperar. Con las armas en ristre, las mejillas manchadas por múltiples gotas diminutas y coloradas y la pólvora sobre los puentes de la nariz, obligándoles a esturnudar, esperaron.

Pero esa vez la tierra no tembló, ni una bandada de pájaros salió volando alertados por el sonido lejano de un disparo. Aquel día todo se había torcido en la dirección contraria al Mal Camino, pues ambos soldados sabían que era mucho mejor estar muerto. Ahora Mike sabía lo que era el infierno. Si hasta podía notar el dulce sabor del metal oxidado bajo su paladar. No pestañeó cuando aquel sonido ensordecedor provocado por los centenares de casquillos de metralla chocando contra muros y piedra cesó de golpe. Ni siquiera se dignó a mirar a su compañero. No, sus ojos llorosos estaban fijos en el vacío.
Y lo peor era sentirse culpable. Sí, aquella losa que caía sobre él cada vez que le quitaba la vida a una persona no tenía comparación con lo que estaba sintiendo. Porque se sentía cobarde, se creía un niño que jugaba a las batallas, un idiota que se quiso hacer mayor muy rápido.

Tampoco se movió cuando Pablo se incorporó lijeramente, lo suficiente para poder examinar sin peligro el terreno, pero se obligó a morderse la lengua y apretar los dientes tan fuertemente que pensaba que le saltarían de la boca de un momento a otro.

El otro soldado apoyó la espalda en la piedra, dejando desprotegido el frente que le habían asignado. En otra ocasión, Mike se lo habría reprochado, pero lo cierto es que en otra ocasión jamás habría hecho eso. Y por eso se extrañó. El soldado Luna no habría abandonado las esperanzas con tal rapidez a no ser... Claro, él también lo sabía, se había dado cuenta, aunque no hubiese querido aceptarlo. Como suele pasar, mucho antes de llegar allí ambos habían firmado ya su sentencia de muerte. Aunque, ¿qué más se podría esperar de la guerra?
Unos segundos le bastaron para cercionarse que no había nada más por lo que luchar, que solo estaban ellos dos en eso, así que imitó al español y se colocó a su lado, dejando por fin que las lágrimas se deslizasen por sus mejillas manchadas. Todo lo que estaba haciendo iba en contra de sus principios, de todo aquello que le habían enseñado en la armada. Ahora era como aquel que se juró que nunca sería, pero era tarde para culparse por ello.

Se hubiese sentido todavía más culpable si no hubiese sido por que les habían dejado solos. Tarde o temprano pasaría, él también había tenido que abandonar a regañadientes a suicidas a los que no se podía salvar porque no entraban en su lista de prioridades. A fin de cuentas, le enseñaron que las vidas de miles de civiles eran más importantes que el alma de un desertor. Y ahora él no era más que eso. Alguien que se había creído un héroe cuando solamente estaba huyendo y arrastrando tras de si a una de las mejores personas que había conocido.

-¿Mikey? -susurró Pablo, mirando con preocupación el rostro pálido del moreno.
-Me vas a odiar por esto, lo sé. -gruñó él, contemplando su fusil con impotencia.
-¿De qué hablas, Mike? No has sido tú el que me ha traído aquí.
-¡Claro que te he emujado a esto conmigo, joder! -alzó la voz, harto de tonterías y clavando sus ojos azules en los grises de Pablo. -Pero no era eso lo que te quería decir... -antes de que el otro pudiese replicar ante la primera afirmación, Mike añadió:
-¿Qué te queda?
El mismo Pablo Luna sabía que aquello no era más que otra de las peguntas retóricas de Mike, las cuales utilizaba para darle la respuesta.
-Vale, ya puedes insultarme y odiarme todo lo que quieras, pero es cierto... Sabes que lo siento, pero allí, al otro lado, no tienes a nadie. Nadie te echará de menos.
-Lo sé -contestó simplemente el joven castaño- ¿Por qué crees que me mezclé en todo este asunto?
Un silencio espeso se apoderó del escondrijo en el que estaban metidos.
-Sin embargo, tu tienes a mucha gente. Demasiada. -continuó- ¿No es eso lo que quieres decir? Sí, te echarán de menos.
-Demasiado -repitió Mike.
-Oh.

Los ojos del moreno se alzaron hacia el rostro de su compañero, que acababa de darse cuenta de muchas cosas y que apenas pudo articular en un susurro:
-Es por eso por lo que quieres morir.
-Si. Quiero morir porque soy un ser egoísta, Luna, y ni las mejores personas me harán cambiar. Pero si todavía queda un atisbo de bondad conmigo es solamente para decirte que no quiero que mueras conmigo.
Porque, al contrario que yo, aunque no tengas a nadie eres alguien digno de seguir adelante. Te mereces vivir, y por vivir no me refiero a lo que nos enseñaron en la academia, por dios.
Las ganas que tenía Pablo de estrangular a Mike con el cinturón solamente fueron reprimidas por el hecho de encontrarse en un sitio tan estrecho que no tenía total libertad de movimientos. En su garganta se aglomeró un nudo de rabia.
-¿Y también crees que podré seguir adelante cuando no te tenga a ti?

1 comentario:

  1. OMG *-*
    Que monos-monísimos que son los dos. Me gusta mucho Mike e_e Y no quiero que muera ¬¬ No lo mates Lu, ¿eh? Ni se te ocurra.
    Me gusta mucho ^^ ¿De qué historia es? Da igual, porque te voy a obligar a que me la enseñes ¬¬

    ResponderEliminar

¿Te dejas caer?
(Has de saber que tus comentarios no serán censurados, lo que pasa es que de esa forma me entero de que tengo comentarios. Nunca ha sido eliminado ninguno, así que no te preocupes, la moderación solo sirve para que mi cabeza despistada no se pierda nada.)